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De la Casa Blanca a un trofeo de oro y plata. Los Nacionales conquistan el cielo de las Grandes Liga

  • El Nuevo Herald
  • 31 oct 2019
  • 3 Min. de lectura

Casi cabría decir que lo imposible ha sucedido. Los Nacionales encontraron un último renacimiento para coronarse campeones de la Serie Mundial y rebasar al que muchos consideraban un súper equipo delante de miles de fanáticos que se fueron con una imagen triste que no olvidarán por largo tiempo.

La pila humana en el centro del diamante no podía ocultar una verdad tan grande como un templo: Washington se elevó como nunca para pasar por encima de los Astros y conquistar su primera corona en un Clásico de Octubre y, como si fuera poco, en casa del rival.

Con cuadrangulares de Anthony Rendón y Howie Kendrick, los Nacionales vinieron de atrás para vencer el miércoles 6-2 a los Astros y encumbrarse en la cima del béisbol al ganar cuatro encuentros como visitantes, algo que nunca antes había pasado en esta alta instancia.

Houston, el mejor equipo jugando en su patio con marca de 60-21 en la contienda regular, no pudo arrancarle un choque a los capitalinos en el escenario máximo del béisbol. Uno solo. De pronto, la ventaja de casa que tanto buscaron los Astros se convirtió en una carga imposible de llevar.

La celebración de Washington resultó como un Halloween adelantado para Houston que vio como la séptima entrada se convertía en pesadilla, después de que saliera del montículo un Zack Greinke que venía trabajando en noche de gala y superaba en tremendo duelo a Max Scherzer.

Por momentos, Greinke recordaba a aquel joven que había ganado un Cy Young en el 2009 y su único error fue una bola demasiado mansa delante del bate de Rendón, quien no dudó en sacarla del parque, como había hecho una noche antes ante el relevista Will Harris.

Gerrit Cole estuvo calentando en el bullpen, pero a última hora el manager de Houston AJ Hinch optó por traer de nuevo a Harris, quien regaló -con un hombre en circulación- un vuelacercas a Kendrick, el Jugador Más Valioso de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional, ahora de nuevo en el papel de héroe.

Scherzer, que no pudo actuar en el partido final en Washington por dolores en el cuello y la espalda, removió cielo y tierra para actuar en el séptimo a base de una inyección de cortisona y múltiples tratamientos. Al final, no lanzó la joya que deseaba, pero sí una faena sólida de dos carreras en cinco entradas que mantuvo a su equipo a cercana distancia del rival.

Patrick Corbin, otro que no las tuvo todas consigo en el inicio del clásico, justificó su presencia con tres capítulos inmaculados, mientras los Astros se desplomaban al permitir carreras en la octava y la novena. Bajaron los brazos y se perdieron en la noche.

Washington, que el 23 de junio estaba 12 juegos por debajo de .500 y con un manager a punto de ser despedido, alcanzó a duras penas el choque de comodines, donde superó a los Cerveceros antes de disponer de los favoritos Dodgers en la Serie Divisional y de los experimentados Cardenales en la de Campeonato.

De tanto vencer obstáculos, de tantos renacimientos, los Nacionales fueron creciendo más en el papel de reyes de la pelota sin vislumbrar la corona. Ahora son campeones por derecho propio, contra todas las dificultades y ante un conjunto que parecía destinado a forjar una dinastía de tanto talento y profundidad.

No era imposible que ganaran, pero casi.


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