'Joker', la película que en 2019 nos puso de frente con nuestra realidad social
- Yahoo
- 21 dic 2019
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¿Qué película recordarás como sinónimo de 2019 cuando pase el tiempo? Los fans de Marvel o Star Wars tienen dos opciones que son hito para sus respectivas sagas. Sin embargo, me atrevería a presagiar que la cinta que pasará a la historia por calidad e impacto social, de la que seguiremos hablando con los años, es Joker. Tiene todas las papeletas para convertirse en el gran clásico de 2019 gracias a un relato de arcos cuidados, de mensajes codificados e interpretaciones icónicas, pero sobre todo por la realidad social que representa. Un impacto que se nos mete en las entrañas y que es fácil recordar con solo ver una imagen de la película.
Joker transcurrirá en la ciudad ficticia de Gotham y contará una historia de orígenes alternativa a aquellas que vimos en viñetas, series o películas, pero es a través de su realismo que cobra una relevancia inusual para el género. Habrá sido un homenaje a Taxi Driver (1976) y El rey de la comedia (1983) -hay infinidad de guiños hasta el punto de que por momentos parece una copia de la primera-, habrá sido un ensayo sobre los límites de la violencia y las consecuencias del rechazo social, pero sobre todo es un reflejo de los rincones más oscuros de nuestra realidad social. Si en Taxi driver Martin Scorsese creaba un personaje extremo que en ningún momento buscaba la comprensión del espectador, Todd Phillips fue más lejos creando un Arthur Fleck que comenzaba la historia provocando esos sentimientos a través del bullying, para luego sacudirnos la empatía de una bofetada al convertirlo en la imagen consecuente de los traumas sin resolver y el rechazo social.
Nos hizo ver, a través de la ficción, la realidad que nos rodea. El uso de la violencia como la vía de reivindicación equivocada y la búsqueda de ídolos que representen la ira social y en los lugares erróneos. Ya en mi crítica inicial ante su estreno, la definía como “indispensable” por ser una película que demostraba ser tan atrevida como necesaria. Y eso fue solo tras verla una vez. Al verla dos veces, lo confirmaba.
Desde su estreno en festivales, Joaquin Phoenix fue el favorito a los próximos Oscar, aunque ahora tiene competencia ante la llegada de Adam Driver con Historia de un matrimonio. Pase lo que pase -tampoco es que su relación con la Academia sea idílica- será una de las interpretaciones que dejarán huella en su filmografía. Tanto que de verdad espero que no hagan secuela. Que la dejen perfecta, tal y como es. Pero el negocio del cine tira a veces más que el arte así que, de momento, está por verse.
Tras demostrar ser uno de los camaleones por excelencia de Hollywood, el actor de 45 años se metió en la piel de un Arthur Fleck solitario. Un hombre que carga con tantos traumas que sin la ayuda adecuada es imposible que salga adelante. Sufre rechazo en el trabajo y en las calles, y hasta el propio sistema lo abandona recortando los presupuestos que permiten asistencia social, concluyendo en un ensayo sobre la descendencia a la locura total.
Y es en estas conclusiones donde Joker refleja los rincones más oscuros del mundo en el que vivimos. Esos rincones que nos hacen mirar para otro lado o llevan al despertar violento del hartazgo. Por un lado, la falta de empatía de una sociedad temerosa y absorta en sí misma la vemos a través de un hombre solitario que sufre el desprecio hasta de una madre en un autobús por culpa de su risa incontrolable. Es raro, mejor me alejo y miro para otro lado. ¿No es algo que pasa hoy en día a nuestro alrededor? ¿No es un reflejo de nosotros mismos? Para mí, fue el momento que me hizo reconocer la vida misma que nos rodea. El padecer del prójimo o el desconocido necesitado, sintiendo por Arthur lo que quizás a veces no me permito sentir en la calle, reflexionando en el trauma que provoca la soledad producida por el rechazo social en cada uno de ellos.
Para así pasar a las consecuencias de las burlas y los ataques violentos, despertando el hastío de Arthur Fleck. Aguanta humillaciones y desprecio hasta que no puede más. Hasta que su ídolo, el único ser que admiraba en su vida, se burla de él como lo hace el resto del mundo. Hasta que descubre el origen de sus traumas en manos de una madre más loca que él. Y así, tras una vida de rechazos, ese ser roto, despojado de su cualidad humana, se transforma en el monstruo como consecuencia de nosotros mismos.
El reaccionar violento de Arthur asesinando a bocajarro a ese presentador que idolatraba, en televisión y pleno directo, sirve de moraleja para lo que viene después: la creación de un ídolo para la ira social. Una imagen de veneración que sirve de excusa para cometer los actos más extremos y descargar ese enfado acumulado de una sociedad hastiada. Las escenas finales de Arthur siendo rescatado de un accidente por las masas, levantándolo por los aires como si fuera un santo, y colocándolo sobre la patrulla policial, representa la resurrección de ese ídolo. Del tipo más peligroso que puede existir, porque justifica la violencia más pura generando uno de los momentos que hielan la sangre. Y no tanto por lo que vemos, sino por lo que representa, recordando la violencia social que ha sacudido las calles de muchas ciudades en el último par de años, despertando políticas reivindicativas a través de vías de destrucción e ira, sin comunicación, comprensión ni respeto por la diferencia de opiniones. Despertando, también, políticas de provocación desde los altos cargos, llamando a un seguimiento de masas y división de ideas entre correctos y equivocados que están dividiendo a países enteros como está ocurriendo en EEUU, Francia, Reino Unido, Argentina, Bolivia y España misma.
Es cierto que, al final, se puede discutir que todo es fruto de la imaginación de Arthur como parte de su enajenación mental dentro de un asilo. Cada uno puede darle la interpretación que quiera, pero el análisis social es el mismo. El impacto queda. Y si le das la oportunidad de verla dos veces, lo es aun más. Ves detalles que antes se escapaban, generando un impacto que, creo, quedará grabado en el recuerdo cinéfilo como el gran clásico del cine de 2019.
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